Recuento de poemas. Jaime Sabines



Al hablar de  poesía mexicana del siglo XX necesariamente tenemos que referirnos a Jaime Sabines, un poeta que supo crearse un estilo propio entre sus contemporáneos hispanoamericanos valiéndose sublimemente de  elementos propios del lírico sin aferrarse demasiado a ellos como las figuras de pensamiento que embellecen profundamente sus poemas  que versan temas inherentemente de carácter filosófico como el amor y desamor (Me tienes en tus manos, Los amorosos"), el factor erótico impregnado en No es nada de tu cuerpo y en  Te desnudas igual ; el deceso de sus familiares estremece notablemente al Chiapaneco en Tía Chofi y Algo sobre la muerte del mayor Sabines, incorpora además en sus soliloquios textuales lo místico y religioso en   Adán y Eva y Me encanta Dios  sin olvidarse de cuestiones políticas en Cuba 65

Leer  a Jaime Sabines es reconocerse  en la voz de un escritor único desde Horal, el primer de sus libros hasta  Poemas sueltos, el último, el poeta enarbola las adversidades, tristezas, pasiones y alegrías de la vida como un signo de comunidad entre los hombres. A continuación una selección de esta antología:


Me dueles

Mansamente, insoportablemente, me dueles.
Toma mi cabeza. Córtame el cuello.
Nada queda de mí después de este amor.

Entre los escombros de mi alma, búscame,
escúchame.
En algún sitio, mi voz sobreviviente, llama,
pide tu asombro, tu iluminado silencio.

Atravesando muros, atmósferas, edades,
tu rostro (tu rostro que parece que fuera cierto)
viene desde la muerte, desde antes
del primer día que despertara al mundo.

¡Qué claridad de rostro, qué ternura
de luz ensimismada,
qué dibujo de miel sobre hojas de agua!

Amo tus ojos, amo, amo tus ojos.
Soy como el hijo de tus ojos,
como una gota de tus ojos soy.
Levántame. De entre tus pies levántame, recógeme,
del suelo, de la sombra que pisas,
del rincón de tu cuarto que nunca ves en sueños.
Levántame. Porque he caído de tus manos
y quiero vivir, vivir, vivir.



Primera parte

            XV

Papá por treinta o por cuarenta años,
amigo de mi vida todo el tiempo,
protector de mi miedo, brazo mío,
palabra clara, corazón resuelto,

te has muerto cuando menos falta hacías,
cuando más falta me haces, padre, abuelo,
hijo y hermano mío, esponja de mi sangre,
pañuelo de mis ojos, almohada de mi sueño.

Te has muerto y me has matado un poco.
Porque no estás, ya no estaremos nunca
completos, en un sitio, de algún modo.

Algo le falta al mundo, y tú te has puesto
a empobrecerlo más, y a hacer a solas
tus gentes tristes y tu Dios contento.



Tu nombre

Trato de escribir en la oscuridad tu nombre. 
Trato de escribir que te amo. 
Trato de decir a oscuras todo esto. 
No quiero que nadie se entere, 
que nadie me mire a las tres de la mañana 
paseando de un lado a otro de la estancia, 
loco, lleno de ti, enamorado. 
Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote. 
Digo tu nombre con todo el silencio de la noche, 
lo grita mi corazón amordazado. 
Repito tu nombre, vuelvo a decirlo, 
lo digo incansablemente, 
y estoy seguro que habrá de amanecer.



Dice Rubén


Dice Rubén que quiere la eternidad, que pelea por esa memoria de los hombres para un siglo, o dos, o veinte. Y yo pienso que esa eternidad no es más que una prolongación, menguada y pobre, de nuestra existencia.

Hay que estar frente a un muro. Y hay que saber que entre nuestros puños que golpean y el lugar del golpe, allí está la eternidad.

Creer en la supervivencia del alma, o en la memoria de los hombres, es lo mismo que creer en Dios, es lo mismo que cargar su tabla mucho antes del naufragio.



Tú tienes lo que busco, lo que deseo, lo que amo...

Tú tienes lo que busco, lo que deseo, lo que amo, 
tú lo tienes. 
El puño de mi corazón está golpeando, llamando. 
Te agradezco a los cuentos, 
doy gracias a tu madre y a tu padre, 
y a la muerte que no te ha visto. 
Te agradezco al aire. 
Eres esbelta como el trigo, 
frágil como la línea de tu cuerpo. 
Nunca he amado a una mujer delgada 
pero tú has enamorado mis manos, 
ataste mi deseo, 
cogiste mis ojos como dos peces. 
Por eso estoy a tu puerta, esperando.



Quise hacer dinero

Quise hacer dinero,
vivir sin trabajar,
disfrutar de las cosas del mundo.
Pero ya estaba escrito
que he de comer mi piedra
con el sudor de mi corazón.



Yo no lo sé de cierto, pero supongo....

Yo no lo sé de cierto, pero supongo
que una mujer y un hombre 
un día se quieren,
se van quedando solos poco a poco,
algo en su corazón les dice que están solos,
solos sobre la tierra se penetran,
se van matando el uno al otro.

Todo se hace en silencio. Como
se hace la luz dentro del ojo.
El amor une cuerpos.
En silencio se van llenando el uno al otro. 
Cualquier día despiertan, sobre brazos;
piensan entonces que lo saben todo.
Se ven desnudos y lo saben todo. 
(Yo no lo sé de cierto. Lo supongo.) 



Doña Luz

 IV


Creo que estuvo en la tierra algunos años. Creo que yo también estuve en la tierra. ¿cuál es esa frontera?, ¿qué es lo que ahora nos separa?, ¿nos separa realmente? 

A veces creo escucharla: tú eres el fantasma, tú la sombra. Sueña que vives, hijo, porque es hermoso el sueño de la vida.



Espero curarme de ti


Espero curarme de ti en unos días. Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.

¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»… Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).

Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.



Cuando tengas ganas de morirte 
esconde la cabeza bajo la almohada 
y cuenta cuatro mil borregos. 
Quédate dos días sin comer 
y veras qué hermosa es la vida: 
carne, frijoles, pan. 
Quédate sin mujer: verás. 
Cuando tengas ganas de morirte 
no alborotes tanto: muérete 
y ya.



Canciones del pozo sin agua

            5
Esta noche vamos a gozar.
La música que quieres,
el trago que te gusta
y la mujer que has de tomar.
Esta noche vamos a bailar.
El bendito deseo se estremece
igual que un gato en un morral,
y está en tu sangre esperando la hora
como el cazador en el matorral.
Esta noche nos vamos a emborrachar.
El dulce alcohol enciende tu cuerpo
como una llamita de inmortalidad,
y el higo y la uva y la miel de abeja
se me mezclan a un tiempo con su metal.
Esta noche nos vamos a enamorar.
Dios la puso en el mundo
a la mujer mortal
—a la víbora-víbora de la tierra y del mar—
y es lo mejor que ha hecho el viejo paternal.
¡Esta noche vamos a gozar!



Como pájaros perdidos

XXXI
Debí haberte encontrado diez años después. Pero llegaste a tiempo.



Codiciada, prohibida,
cercana estás, a un paso, hechicera.
Te ofreces con los ojos al que pasa,
al que te mira, madura, derramante,
al que pide tu cuerpo como una tumba.
Joven maligna, virgen,
encendida, cerrada,
te estoy viendo y amando,
tu sangre alborotada,
tu cabeza girando y ascendiendo,
tu cuerpo horizontal sobre las uvas y el humo.
Eres perfecta, deseada.
Te amo a ti y a tu madre cuando estáis juntas.
Ella es hermosa todavía y tiene
lo que tú no sabes.
No sé a quién prefiero
cuando te arregla el vestido
y te suelta para que busques el amor.



Horal

El mar se mide por olas, 
el cielo por alas, 
nosotros por lágrimas.

El aire descansa en las hojas, 
el agua en los ojos, 
nosotros en nada.

Parece que sales y soles, 
nosotros y nada...



Ocurre que la realidad es superior a los sueños. En vez de pedir "déjame soñar", se debería decir: "déjame mirar".

Juega uno a vivir.



Si sobrevives,
si persistes, canta,
sueña, emborráchate.
Es el tiempo del frío: ama,
apresúrate. El viento de las horas
barre las calles, los caminos.
Los árboles esperan: tú no esperes,
éste es el tiempo de vivir, el único.



Bibliografía 

Recuento de poemas 1950-1993. Jaime Sabines. Editorial Joaquín Mortiz.México. 2012. 560p

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